Viva Santo Cristo del Calvari



Con esta frase concluyen los actos religioso-festivos-tradicionales y etnológicos que la población de Artana dedica al Santísimo Cristo del Calvario cada lunes de la Pascua de Sant Vicent.
Cada año, centenares de personas que rodean el calvario de esta población, enclavada en plena sierra de Espadán, eperan escuchar esas palabras en la voz de Teresa “garrofa” como fin de una festividad que cada año nos devuelve a nuestros orígenes, a recordarnos lo que somos y quienes somos, de donde venimos y sin saber donde vamos, pero cada año Teresa con su voz nos devuelve a todos a nuestras casas después de dos días intensos de actos religiosos con los que tenemos que reafirmarnos y que sin lugar a dudas nos reafirma, porque por encima de muchas cosas están los sentimientos y esos sentimientos de quienes somos y nos sentimos se reafirman en esa noche en que la imagen del Cristo del Calvario vuelve a su lugar después de esas treinta y seis horas que pasa en la población para acercarse hasta quienes no pueden llegar a su calvario.
La voz de Teresa, un poco más débil por los años, suena inmensa en esa pequeña capilla abarrotada de gentes que han cantado, con o sin entonación, que más da, los gozos a su Cristo a esa imagen a la que se acogen en los momentos duros y de la que apenas nos acordamos en los momentos de euforia individual; su voz, al menos a mi, me resuena en mis adentros por muchas cosas, por lo que entrañan y por lo que siento, además de por mi afecto a quien las pronuncia.
Este lunes, Teresa nos decía a mi y a mi amigo Juan que había que ir buscando un relevo y yo le dije que no hay relevo que valga que mientras pueda y dure su voz es la que debe retumbar en la bóveda del calvario mientras tenga un aliento de fuerza, porque su voz es como la reafirmación de nuestros orígenes, el deseo de volver el próximo año hasta estas empinadas calles para devolver esta imagen que sirve, además, para reunir a los hijos de Artana, a los hijos de los hijos y a los hijos de los hijos de los hijos de quienes un día vieron la luz en esta población llena de buenos sentimientos, de una historia y una cultura propias que nos conducen a ser lo que somos; vivas o te sientas de ella por diferentes razones y vivas o no en ella, lo sientes.
Centenares de personas desfilaron hasta el calvario en esa noche en que las calles y los caminos que nos aproximaban a él se llenaban de pequeñas lucecitas que fluían de los cirios que llevaban los portadores, los niños más pequeños al brazo de sus padres, es el sentimiento que se transmite de padres a hijos; algunos abuelos, orgullosos con sus nietos que han venido al pueblo para la “pujà” del Cristo, a pesar de que al día siguiente hay que madrugar para ir al cole.
No faltaba nadie, porque quien no estaba presente en la procesión, estaba con el pensamiento como a mí me ocurrió unos años que no pude estar y que oía hasta el “simbolet” anunciar que los primeros de la procesión habían llegado al calvario mientras que el cristo apenas hacía unos minutos que había salido de la iglesia.
Poco a poco fueron llegando a la capilla, muchos besaron la cruz, otros saludaron a quien hacía un año que no habían visto, pero todos esperábamos la llegada de la imagen del Cristo a hombros de los mayorales de la fiesta y con los clavarios. Todos, con gran emoción vimos como su imagen entraba en este lugar visitado a lo largo del año por gran cantidad de personas y todos sabíamos que se acercaba el momento final, tras los gozos y los rezos escuchamos esa frase de Teresa la cual sin apenas decir nada, encierra muchas cosas, los sentimientos, la amistad y el deseo de reencontrarnos el próximo año para continuar con la tradición.
”Viva Santo Cristo del Calvari” fue la frase que todos escuchamos en la voz de Teresa “garrofa” y esa misma frase es la que esperamos escuchar durante muchos años por la misma voz, para que nos transmita los mismos sentimientos.

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